sábado, 8 de agosto de 2009

Las mentiras de la independencia: proceso e integración

Originalmente desde el domingo 26 de julio de 2009.- La celebración del bicentenario del primer grito de independencia latinoamericana atiza el debate. Desde esta columna le invitamos a desparroquializar las discusiones sobre este tema y plantear un espacio de reflexión más hondo y más profundo sobre cómo se ha abordado nuestra causa independentista y cuál es su impacto en los procesos de emancipación, de decolonización y de integración actuales, para rescatar el papel historiográfico de los distintos actores sociales como es el caso de los grupos subalternos de indios, negros, mujeres, que sin embargo han sido invisibilizados en esta historiografía oficial, seguramente confeccionada por aquellos que ahora reclaman para sí mismos un nexo de ancestralidad, sino con los próceres de la independencia, con los españoles y vascos dominantes.

Se ocultó en la historia aquellos antecedentes independentistas de Quito, en Ecuador; y, de Chuquisaca y La Paz en Bolivia, que estuvieron destinados al fracaso por ser pronunciamientos realizados por las elites y de ciudades específicas, o sea procesos sin apoyo popular, y aislados. La genialidad de Simón Bolívar fue darse cuenta de dos cosas importantes: (1.) que había que hacer una estrategia continental de independencia, y no la independencia de una ciudad o de otra; y, (2.) que en este proceso se debía contar con un fuerte apoyo popular. Como se sabe, las causas de esta naturaleza prosperaron no por gestión solamente de sus líderes, sino de la presencia y presión de las masas de indios, negros y mestizos.

Lamentablemente en Guayaquil unos pocos -llamados a sí mismos como “historiadores”- se han dado a la tarea de despreciar el papel de Bolívar en la historia y de exaltar el de Olmedo, a manera de despreciar también la importancia del bicentenario del grito independentista, y de exaltar la independencia de esta ciudad como un hecho incomunicado con todo el proceso emancipatorio; olvidando que Olmedo, en sus orígenes, era impulsor de las ideas de anexión de Guayaquil al Perú, y de la independencia de la provincia de Guayaquil, muchas de las cuáles suenan aun hoy.
Nosotros no caeremos en este inútil debate. Lo que se debe analizar a propósito del bicentenario no es si Guayaquil esto, o Guayaquil lo otro, sino que se debe estudiar sobre el impacto regional de la Revolución del 10 de Agosto de 1809 en los procesos independentistas latinoamericanos y su realidad en la integración regional. Por eso es preciso aclarar dos cosas: (a) que el bicentenario marca el inicio de un proceso de independencia que no debe ser entendido como una fecha, pues se trata de un proceso en el que se produce el rompimiento del régimen colonial y la gestación de las nuevas realidades republicanas de los países latinoamericanos, proceso que comenzó en Quito; y, (b) que el bicentenario no es motivo para exaltar una fecha y minimizar otra pues el 10 de Agosto de 1809 y el 9 de Octubre de 1820 son dos momentos importantes en la construcción de la independencia nacional.

Pero hay todavía grupos que hablan de la secesión de Guayaquil del resto de la república; son los que impulsaron la descentralización a su medida, y con ella la Ley que habilitaba a los municipios a administrar el 25% del impuesto a la renta, recursos que son del Estado central para propósitos de redistribución en toda la nación. Son los mismos que se han llenado la boca de haber construido el malecón 2000, los túneles de San Eduardo, el Museo del Banco Central (MAC), o el Registro Civil del Municipio de Guayaquil, con los recursos del Estado y con créditos de la Corporación Andina de Fomento (CAF) que son también del Estado, que en otras palabras son recursos de todos los ecuatorianos. Claro, son los mismos que han crecido a costa del desplazamiento de los municipios pequeños.

Entonces, no se trata de develar la idea pueblerina o aldeana de qué ciudad es la más importante, sino de plantear un espacio de entendimiento que nos permita repensar nuestra identidad histórica y nuestra realidad como país dependiente todavía de prejuicios regionales tontos. En necesario empezar la discusión en el aula de clases sobre todo para respondernos ¿por qué tenemos que repetir una versión patriotera -de próceres, caudillos, y redentores- sin ninguna reflexión, base o argumento?, ¿por qué estamos esclavizados a redundar en una historia ecuatoriana que exige fundirse con el mito de un militar llamado Abdón Calderón que levantó la bandera ecuatoriana con los dientes en la batalla de las faldas del Pichincha, y creer que eso fue cierto?

Olmedo fue un ecuatoriano amante de la anexión al Perú, evidentemente; pero lo que debe agregarse a este antecedente es que, este mismo Olmedo, con la influencia de Bolívar se convirtió al bolivarianismo, renunciando a sus ideas parroquianas y avanzando a ideales integracionistas, no de una ciudad sola o separada, sino de un conteniente entero unido en una sola patria.

Diario La Hora, Ecuador
09/07/26